martes, 28 de mayo de 2013

Un regalo muy especial.






Anoche, como tantas otras, no podía dormir así que decidí levantarme y ponerme a cocinar, y mientras preparaba la comida para hoy, en una especie de diálogo conmigo misma y acompañada por mi perrita Cleo (Un Bichon Maltés de apenas dos kilos que se ha convertido en el centro de la casa y en una más en esta familia) pensaba qué podría hacer el día de mi cumpleaños? Siempre me ha gustado cumplir años, sé que a muchas mujeres les molesta, pero a mí me sigue encantado!!
Pues echando la vista atrás recordé el día que cumplí 24 años.
Un año antes, justo ese mismo día ( un 29 de junio del 92), mi marido, que por entonces no era ni mi novio, decidió de alguna manera aprovechar esa circunstancia para pedirme que saliera con él, así fue y justo un año después yo cumplía 24 años y nosotros hacíamos nuestro primer año de novios, aunque durante ese año hubo una parada de tres meses.
Ese año recibí por su parte el regalo más bonito que me han hecho nunca, un libro de poemas hecho por él a lo largo de todo ese tiempo y dedicado a mí. Casi me caigo de espaldas al ver el título del libro: “Poemas a Ana Rosa”.
Cuando más tarde ya en mi habitación empecé a leerlo la emoción llenaba mis ojos de lágrimas y nunca imaginé un regalo tan especial.
Ahora próximamente haremos 21 años juntos y sé que no tendré ya regalos como aquel, ni siquiera creo que celebremos juntos ese día, hace tiempo que no lo hacemos, pero no me importa, ya me acostumbré a celebrar mi cumpleaños con mis amigas y además me encanta hacerlo! Eso no quiere decir que las cosas marchen mal, ni bien, solo que pasamos demasiado tiempo juntos, él trabaja en casa, es por eso que también necesitamos escapar el uno del otro aunque sea a ratos.

Pero hoy quiero aprovechar este blog para publicar esos poemas que me estuvo escribiendo durante aquel año, ya sé que a nadie más que a mí, le va a interesar esto, pero quiero hacerlo porque me apetece y porque me parecen preciosos.


POEMAS A ANA ROSA, 1992-1993.

“Detrás de toda belleza, mil vértigos y mil abismos…”


“!Qué Lindos son los pies de tus sandalias,
hija de príncipe!
Las curvas de tus caderas son como collares, obra de manos de artista.
Tu ombligo es un ánfora redonda,
donde no falta el vino.
Tu vientre, un montón de trigo, de lirios rodeado.
Tus dos pechos, cual dos crías de gacela.
Tu cuello como torre de marfil.
Tus ojos, la piscina de Jesbón,
junto a la puerta de Bat Rabbin.
Tu nariz, como la torre del Líbano,
centinela que mira hacia Damasco.
Tu cabeza sobre ti, como el Carmelo,
Y tu melena, como la púrpura.
                               CANTAR DE LOS CANTARES, 7.

A Ana Rosa, sencillamente:

I

Creo en las flores.
Flores cárdenas, abrumadas por el amor antiguo de los jardines al Oeste.
La más bella, Ana flor
de las entancias y las soledades.

Creo en las noches.
Noches frías, sin más imagen que tus labios,
noches con sabor azul, que se esconde tenue ante un mirar, claro
de aguas y abismos, de profundidades.

Creo en tu cuerpo, tardo,
dorado y lento a la urgencia, al elogio
de un pensar y un caminar solitario.
Deslizo un beso, solo,
en ti.
Anochezco al rumor de tus mares.



II

En los destellos más rojos, un mechón de sol alcanza geometría y vida.
Columna alta, verde y sola trepó al aire donde acaso el mar soñaba.

Y a su pie, el hermoso anhelo,
ilimitado y oscuro su afán 
de ser, de ir, de origen sin tiempo.
Y la mujer así, Luz, qué no será!

Cumbre adorada en la Isla sin arena,
frente a un mar de abismos descubiertos.
El alma goza temblorosa escena

  de vegetales y mujer que siento,
en diurna fracción, turbada y eterna
ante mis ojos claros de invierno.



III

Cascada de cobre en mi mano infiel,
arañando dulce esa cintura
como arquitrabe sobre columnas de sol y mármol vestidas de seda. 
Entre capiteles sacio esta sed,
y adoro a la estrella que alumbra,
sola bajo la luna,
la tarde, y su templo
por mis besos cubierto.
Sólo temblores; ni trazos, ni escarcha.
De mi libro de horas huye el alma
hacia la brisa más instigadora,
hacia la azul distancia
del soldado ante la mañana hermosa.


¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste?
                San Juan de la Cruz.



IV

Abrazado a tu cuerpo ausente vago
por la estancia de una cárcel futura.
Cárcel será la casa del que huya
de un giro de cobre aún no olvidado.

Giros y más giros, de piel y labios
amarillos descendiendo; púrpuras 
y azules, verdes, rojos que son duda,
indudablemente atada a los pasos

  de un fantasma, anunciando su derrota,
clavando su escuchar en un recuerdo,
un pasaje de ternura última.

No es angustia lo que a este cuerpo aflora.
Nostalgia de no ser sus ojos siento,
agonía de ignorar a quién miran.



V

Volqué una roca, en aquel tu sendero.
Cerrado a mi caminar solitario.
Vuelvo y vuelvo la vista, y no me abro en flor de sal.

   Hay zarzas, no hay sendero
ni rosas posibles riendo al cielo
tu cuerpo.
Armarios y más armarios de recuerdos cargo,
arrojo y amo sin voluntad, sin voz...

  Ya nada espero,
nisiquiera fuerza para mis brazos,
nisiquiera un camino para los pies,
nisiquiera besos para mis labios.

   Hoy ando este arrabal de sueño y sed
de sentidos y anhelos cercenados,
arrabal de distancias, arrabal cruel.



VI

Sinceridad en el vuelo;
en horas y agostos sin destino,
en años de crecida precipitada o duda al cabo de un día.
Claro es el rostro y conoce tarde la desgracia,
la tormenta, el vértigo terrestre de la flor.
Y en campo de vientres mínimos, trigal
en el que arar mi sangre quiere,
vereda por recorrer desde el surco hasta las dunas;
Playas alejadas de Castilla. 
Sinceridad en el vuelo;
no hay flor, no hay bestia ni mujer;
hay páramos.
Tan sin Dios como una esponja
brota un mundo en luna, plata y ceniza
bajo el ala del cansado. Ella:
rumor de voz dolorido en su esencia.



Fue al principio un estudio.
Escribía silencios, noches,
anotaba lo inexpresable.
           Fijaba vértigos.

             Rimbaud.




VII


Expresarme, vivirme
la parte de existencia asignada,
ser el hombre que arrojan mis palabras;
beberme las frases de la vida,
la frase de la muerte, desplazada tormenta.
Ando buscando nombres y palabras,
esculpir en el aire los sonidos.
Y los signos que engloban todo mi agónico ser,
serán el material de la soledad,
soledad sostenida
-a pesar de-, esquiva,
sorda a esas voces,
al lenguaje violado en las esquinas
de ciudades cuya riqueza sólo es ruido.
Así, la vida más propia deviene,
sin acoso a las páginas aún blancas,
a todos los silencios de mi sangre.
Un camino de intentos recorro cada tarde.
De tantas como hay, cada tarde es la misma,
con distintos intentos que son el mismo, siempre
intentando expresarme,
vivir sin doblegar,
sin falsear mi propia existencia momentánea,
respetando mi cuerpo necesario,
como necesidad es la lengua a las palabras 
que me nombran y viven.



VIII


Tendido sobre la roca, entrar quisiera en ella
por conocer las formas que aguardan, lentamente,
rechazando raíces, cinceles, manos blandas.
Infinitas estatuas advierto en el corredor
sin música ni blancos indicios de luz casi;
la claridad quedó donde el sol,
y el sol ya no será el astro azul
de tiempos enterrados, gozádose.

Pero la roca es tímida, a los ojos extraños
y a los viejos talleres.

La mirada de un niño despierta sus momentos,
los más solos, antiguos y tristes de la Tierra.

Momentos de piel yerma, sin lluvia derramando
la miel de un Dios, sin senos creciéndose hacia ella.

Tierra y carne de rocas esculpidas en museos,
allí donde habiten las aguas más oscuras
ansío escuchar detenido mi ocaso,
a través de las vetas,
a través de las fuentes y cristales
de reflejos no vistos aún.
Allí terminar quiero mi parte de existencia,
torpe, a fin de cuentas, a la vida en superficie.




¿No ves el alma mía, qué cerca
está de ti,
en traje de silencio?

                 *

Y mi alma duerme entonces hasta el amanecer,
junto a tus pies, caliente de tu sangre.
Y es ante ti mujer. Y es como Ruth.

                                                Rilke.




IX


Descuelga el sol sus lazos,
sobre la leve cadencia
al despertar tus labios.
Y la carencia completa
de lo nocturno soy ya;
Y no quiero saber más
del día a día en plenitud,
del hombre a hombre amargo,
del sol a sol solitario,
de brisas sin amable luz.

Lo terminable quiero
del día claro y diurno,
Llegar de lo que espero,
gozar tus besos menudos,
besar tu arena blanca.
Mujer, mi vida ensanchas
con tus abrazos de noche,
con tu quietud de escultura
desnuda bajo la luna.
Noche de estrellas sin nombre.

Extraños gozos calla
la luz ansiosa de tierras.
Desea ser amada
como el sol que la siembra,
y la guió a los amplios
espacios, fríos, claros,
para sentir las distancias,
para vivir los instantes
de soledad, transitables
por mí, amor, hacia tu alma.


X

Dulces, y elaboradas en tus labios,
ejecutas sentencias de vida al fin
alcanzadas. Soy reo, y quiero vivir
el choque de tus besos y mis brazos,

que aún brazos de nube bronceados
por ti, cercano véspero, a sentir
el paso de tu eterna mano -morir por instantes-
aspiran, agotados.

Besos con más amor que saliva y sal,
besos como sarmientos entregando
alcohol a los campos y a los mares.

Besos, al fin y al cabo besos,y de andar
el amor por mi cuerpo, que soñando,
acreedor de tus labios ya se sabe.



XI

Asaz falible, pero hermoso, es el cuerpo que amo.
La relación verídica de mi muerte busco
en sus caminos; los exploro y confundo, siempre
a la que salta, salvando tenues pliegues dados.
Veedor hambriento de senderos umbrosos
verdes  metal y verdes rama viva, tan solos, nobles
a un viento helado de montañas siempre;
o del mármol, claro, fatal y derramando inconsciencia, ausente.
Desecho lo demás, suyo y mio; un ocaso,
un vivir íntegro de plasticidad sus besos,
humedad tras la lluvia en las tierras y en las gentes,
transitando mi boca hacia el sol que anhelo tanto.
Ocaso de la vida en los labios; cuerpo inerme,
que acalla mil mareas de mar y amor surgiendo,
enfrentando la frágil presencia entre mis manos
de su soplo y de su alma fugaz que todo envuelve.



XII

La noche me arrebata el colorido
de su piel, y sus ojos finalmente
hermosos, al ceder el sol se pierden
en silencios de luna junto al río.

Lienzo flotando al aire sostenido
de las sombras, su vientre me parece
una antigua república ya inerme,
rindiendo su saber amplio de siglos.

Y abrazo su desnudo ser latiendo,
su espíritu colmado de atardeceres,
su rostro como rosa anochecida.

La luz se ha ido rápida, en silencio,
y la noche despierta ríos que alcé 
de sus aguas ocultas de mar, tibias.  


          








1 comentario :

  1. ¡Esto es un regalo y lo demás son tonterías! Bellísimo vuestro amor.

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